Despertamos a las 05:15 de la mañana con la llamada al rezo de un hombre de la aldea, a través de unos altavoces que se escuchan a leguas. A las 06:30 nos tenemos que poner a desayunar porque a las 07:00 ya estamos en marcha.
Por delante tenemos otros 20 kilómetros y un sendero mucho más complicado que el de ayer. A parte de que tiene muchas más subidas y bajadas, ha estado lloviendo toda la noche y bastante, con lo que la mayor parte del terreno está embarrado y muy resbaladizo.
Pasamos un momento de bastante apuro cuando nos toca subir una especie de barranco en el que a causa de la lluvia era casi imposible andar. Con ayuda del resto del grupo y el palo de travesía de nuestro guía, conseguimos escalar y proseguir nuestro camino.
Finalmente, tras 20 kilómetros andados, los dos últimos con ayuda de un palo de bambú, llegamos al monasterio donde vamos a pasar la noche.
Recién llegados al monasterio |
Es un sitio muy chulo, donde dormimos bastante bien, más que por lo cómodo que es (colchones finos en el suelo), por el cansancio que llevamos encima.
El resultado de la lluvia y 40 kilómetros andados |
Aquí es donde dormiremos esta noche |
Nuestra mesa, lista para el desayuno |
Como llevamos dos días sin ducharnos, lo hacemos en el monasterio, en un especie de pozo con agua de lluvia y con la ayuda de un cuenco. Teniendo en cuenta los kilómetros (¡y el barro!) que llevamos encima, la ducha nos sabe a gloria.
Después del baño cenamos varios platos típicos y pasamos un rato charlando con nuestro guía, sobre los sitios a visitar en el país y otras cuestiones, como la educación.
James nos cuenta que en Myanmar los niños van a la escuela hasta los 10-11 años, pero luego seguir educándose es tan caro que la mayoría deja la enseñanza y se ponen a trabajar en casa o en el campo con los padres.
Muertos de sueño, sobre las 21:00 nos vamos a dormir. Mañana a las 07:00 tenemos que empezar a andar. Y no para de llover...
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